12 horas de perdón

Violeta Cosmano Sánchez
3 min readMar 25, 2021

--

Ayer escuché una canción de tu artista favorito y te me viniste a la mente. Hace varios días que te pienso y tengo ganas de escribirte, sobre todo desde que veo más seguido tus fotos en la otra punta del mundo. Nos separan 12 horas exactas y miles de kilómetros. Me acordé de vos y, por primera vez en mucho tiempo, me permito extrañarte. Pero también me confundo, porque no se a quien extraño. Porque te veo a través de la virtualidad, y no siento a la misma que me preparaba las tostadas con dulce de leche antes de ir a entrenar. Ese personaje gracioso que se saco el pijama, trajo la matera completa desde su casa a la facultad y se puso a cebarme mientras yo digitalizaba, a contrarreloj, el último final de la carrera. Pero capaz esa no eras vos, quizás fui yo quien armó un falso espejismo que me sentara mejor, para no ver aquellas cosas que me hacían ruido y a veces hasta me dejaban preocupada. Las desapariciones, los ataques de bronca, o las borracheras sin comer nada, por nombras algunas. Tus cambios de energía me hacían tambalear, podías pasar del silencio absoluto al alboroto total en minutos; ibas de un extremo al otro como un péndulo y yo me balanceaba con vos deseando entenderte. Pienso que intente que fueras algo que no podías ni querías ser. Y que en ese afán de querernos, un poco vos te esforzaste para que yo así lo viera.

Mentiría si dijera que tu partida no la sentí como un abandono, me dejó un sabor amargo que al día de hoy todavía me molesta. Y me enoje, un montón, quizás hasta demasiado, pero en el fondo estaba (y estoy) dolida. Me descolocó darme cuenta que había dado mucho y recibido muy poco, y no solo yo, sino también otras personas. Igual me guardo unos fichines de mi lado, no todo es culpa tuya, sigo aprendiendo a medir cuanto esmero pongo en los demás.

Durante un tiempo te seguí a la distancia, miraba de cerca tus pasos, queriendo descubrir a donde ibas. Sin embargo, después de meses, desistí, quizás porque entendí que no ibas a ninguna parte y ese era tu plan. Fugazmente apareciste, te dieron una mano, agarraste un codo, y te volviste a ir sin siquiera dejar rastro de tu presencia. Me enfurecí, me inundó el desconcierto y, encerrada en mi caparazón, te silencié de mi vida, prometiendo un hasta nunca.

No obstante, acá estoy otra vez pensando en vos; casi que te escucho reírte y tragarte un par de “s”. Si me permitís, me voy a quedar con el recuerdo del día que me mostraste las fotos de tu familia y me contaste un poco más de tu historia, ese día sentí que me abrías tu corazón. Teníamos situaciones vividas muy parecidas, pérdidas en común, pero herramientas muy distintas. Yo encaraba, vos evadías, y así nos complementábamos, tensión y acción. Pasó el tiempo desde mi laxo ultimátum, y ahora que te rememoro con más calma, te perdono, me perdono, y nos abrazo por la amistad que no pudo ser lo que quise que sea. Te quiero mucho y ojalá estés bien.

--

--

Violeta Cosmano Sánchez

Tengo talento para contar cosas y un poco me la creo, así que vine acá a probar suerte | Escribo para mi, para vos y para otres, bienvenide.